domingo, 12 de noviembre de 2017

El desierto

FUENTE
¿No os ha pasado alguna vez que alguien, sin maldad o simplemente en tono de broma, os ha hecho un comentario cualquiera, y ese comentario ha causado un torrente enorme de sensaciones y sentimientos negativos en vosotros? ¿Un comentario minúsculo, sin importancia, que es solo un granito de arena? ¿Un comentario que os hace pensar, que por algún motivo, por el tono con el que se ha dicho o por el tema que trata, os hace recordar malos momentos hasta convertirse en un desierto enorme y oscuro? 

Sí, ese comentario era una tontería, o quizá para vosotros no. Quizá no lo era porque ha desembocado en tristeza, en haceros rememorar recuerdos amargos y en haceros pensar en todo. Pensar en cómo estás llevando tu vida, cómo estás canalizando tus emociones (las buenas y las malas), en si lo estás haciendo bien, en si lo estás cagando con todo. Ese granito de arena que ahora es un desierto os recuerda lo vulnerables y frágiles que sois por mucho que os empeñéis en negarlo. Sí, soy vulnerable; sí, soy frágil, más de lo que me gustaría serlo. Y es una mierda el tener que darme cuenta por culpa de ese desierto.  A todos nos gusta sentirnos fuertes, a todos nos gusta pensar en lo valientes que somos; pero hay días en los que, simplemente, queremos enviar esa fuerza y esa valentía a tomar por saco. Días en los que no nos apetece estar felices y contentos porque, oh, vaya, también necesitamos estar tristes y enfadados. Con todo, con todos, con nadie. Solo con nosotros.

Y cuando ese comentario minúsculo, ese granito de arena desaparece entre las dunas, ya ni siquiera te molesta, porque ha acabado desembocando en otras cosas, en otros pensamientos y recuerdos de mierda que te amargan y te envuelven como una enredadera de negatividad. No me apetece que nadie me diga algo como "tranquila, ya vendrán días felices" o "no tienes motivos para estar triste". Ya lo sé, de verdad. Me cuesta tener días malos, pero cuando los tengo, quiero tenerlos. Son míos, igual que los días felices, y por suerte en mí son una minoría, pero ahí están. Dejadme tranquila con mis cabreos, con mis reproches y con mis ganas de sentirme mal. Ya pasarán. 

Imagino que este será el último post que escriba con 24 años porque dudo que esta semana se me encienda la bombilla tan a menudo, pero en fin, por si acaso, quiero dejar constancia de que ha sido un año bueno. Ha tenido sus cosas malas, sus cosas muy malas, y sus cosas tan buenas que hasta miedo me da recordarlas. Quiero creer que he crecido como persona y que he supuesto algo bueno para alguien y a veces también para mí, pero últimamente me cuesta. Espero entrar en los 25 con algo más de optimismo.