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El lunes pasado tuve la oportunidad de ir al cine a ver The Beatles: Eight Days a Week, the touring years, el nuevo documental de Ron Howard que trata, tal y como dice el título, sobre los años en los que los Beatles salieron de gira por todo el mundo. A la vez, explica los inicios de la banda de Liverpool así como parte de su historia (gran parte de ella ya conocida y muy pocas cosas desconocidas).
He visto varios documentales de los Beatles y, a pesar de que este no es el que más me ha gustado, salí del cine encantada. Antes que nada porque nunca había visto a los Beatles en pantalla grande y tener la oportunidad de hacerlo fue genial. También me gustó que los testimonios que aparecen en el documental no se limitaran a ser los propios Beatles o gente relacionada con ellos, sino que me sorprendió gratamente ver, por ejemplo, a Whoopi Goldberg o a Sigourney Weaver hablando sobre sus años mozos en los que eran fan alocadas de los Beatles.
Aparte de eso, el documental muestra de una forma muy clara la locura que los cuatro de Liverpool desataban en las jovencitas (y en las que no lo eran tanto también, no mintamos a estas alturas), y llegó un momento en el cine en el que incluso me sentí agobiada al escuchar tanto griterío. Pero por otra parte ese punto me encantó porque fue como estar dentro del documental, dentro de esa época y dentro de todo el embrollo que rodeaba contínuamente a los Beatles. Lo que aprecié mucho de cara al trabajo de Ron Howard fue que no intentó edulcorar nada, que parece (o al menos a mí me dio esa impresión) que buscó contar las cosas tal y como sucedieron. Me refiero al hecho de explicar, por ejemplo, que llegó un punto en el que los propios Beatles querían "dejar de ser" Beatles porque estaban sobrepasados por lo que ellos mismos habían creado. A ver, es una historia que ya se sabe y que a los que conocemos bien al cuarteto no nos sorprende (porque luego están los que dicen ser fans pero ni siquiera se han molestado en buscar información sobre ellos y continuan creyendo que todo era miel sobre hojuelas), pero por lo menos yo aprecio que en un documental que pretende ser serio sea también riguroso y verídico.
Hubo un momento en la sala en la que me di cuenta (en realidad ya lo sabía pero en ese momento se puede decir que lo viví (porque yo soy muy intensa para estas cosas)) del poder de atracción que tienen los Beatles aún ahora, cincuenta años después, y sobre todo en el sentido de la diferencia de edad que había entre unos espectadores y otros. A mi lado había un señor de unos sesenta y tantos años que, de verdad, cantó todas las canciones que salieron en el documental de cabo a rabo; había adolescentes, gente más adulta, gente joven... Y todos estábamos ahí por un mismo motivo: por ver, por disfrutar y por conocer más a los Beatles. Me gustó en especial un momento del final, cuando salían los créditos y sonó, obviamente, Eight Days a Week y toda la sala nos pusimos a cantarla. Fue algo muy bonito y muy sentido para mí.
Así que por mi parte salí del cine muy satisfecha; me reí un montón con según qué cosas (sobre todo con las bromas del señor Lennon) y me encantó poder disfrutar de un trocito del concierto que ofrecieron los Beatles en el Shea Stadium de Nueva York porque fue como estar allí. Además, para una fan como yo nunca está de más conocer más detalles de la vida diaria o de las agotadoras giras de la banda de Liverpool, por lo que no puedo pedir más. ¿Lo recomiendo? Sí, mucho, y más si sois seguidores de los Beatles porque seguramente lo disfrutaréis el doble.
Ya sé que la semana pasada no hubo entrada pero me estuve instalando en mi nueva casa (porque me he mudado como ya os conté hace unas cuantas semanas), no tenía muchas ganas de ponerme delante del ordenador a escribir, tampoco tenía mucha inspiración y porque este fin de semana me he ido a hacer un viaje exprés a Castellón que ha sido una maravilla. Por mi parte intentaré continuar con la rutina de publicar una entrada a la semana, pero si no pues nada, habrá entrada cuando pueda y cuando tenga algo decente que contaros, claro.
¡Nos leemos pronto! 🍭
Aparte de eso, el documental muestra de una forma muy clara la locura que los cuatro de Liverpool desataban en las jovencitas (y en las que no lo eran tanto también, no mintamos a estas alturas), y llegó un momento en el cine en el que incluso me sentí agobiada al escuchar tanto griterío. Pero por otra parte ese punto me encantó porque fue como estar dentro del documental, dentro de esa época y dentro de todo el embrollo que rodeaba contínuamente a los Beatles. Lo que aprecié mucho de cara al trabajo de Ron Howard fue que no intentó edulcorar nada, que parece (o al menos a mí me dio esa impresión) que buscó contar las cosas tal y como sucedieron. Me refiero al hecho de explicar, por ejemplo, que llegó un punto en el que los propios Beatles querían "dejar de ser" Beatles porque estaban sobrepasados por lo que ellos mismos habían creado. A ver, es una historia que ya se sabe y que a los que conocemos bien al cuarteto no nos sorprende (porque luego están los que dicen ser fans pero ni siquiera se han molestado en buscar información sobre ellos y continuan creyendo que todo era miel sobre hojuelas), pero por lo menos yo aprecio que en un documental que pretende ser serio sea también riguroso y verídico.
Hubo un momento en la sala en la que me di cuenta (en realidad ya lo sabía pero en ese momento se puede decir que lo viví (porque yo soy muy intensa para estas cosas)) del poder de atracción que tienen los Beatles aún ahora, cincuenta años después, y sobre todo en el sentido de la diferencia de edad que había entre unos espectadores y otros. A mi lado había un señor de unos sesenta y tantos años que, de verdad, cantó todas las canciones que salieron en el documental de cabo a rabo; había adolescentes, gente más adulta, gente joven... Y todos estábamos ahí por un mismo motivo: por ver, por disfrutar y por conocer más a los Beatles. Me gustó en especial un momento del final, cuando salían los créditos y sonó, obviamente, Eight Days a Week y toda la sala nos pusimos a cantarla. Fue algo muy bonito y muy sentido para mí.
Así que por mi parte salí del cine muy satisfecha; me reí un montón con según qué cosas (sobre todo con las bromas del señor Lennon) y me encantó poder disfrutar de un trocito del concierto que ofrecieron los Beatles en el Shea Stadium de Nueva York porque fue como estar allí. Además, para una fan como yo nunca está de más conocer más detalles de la vida diaria o de las agotadoras giras de la banda de Liverpool, por lo que no puedo pedir más. ¿Lo recomiendo? Sí, mucho, y más si sois seguidores de los Beatles porque seguramente lo disfrutaréis el doble.
Ya sé que la semana pasada no hubo entrada pero me estuve instalando en mi nueva casa (porque me he mudado como ya os conté hace unas cuantas semanas), no tenía muchas ganas de ponerme delante del ordenador a escribir, tampoco tenía mucha inspiración y porque este fin de semana me he ido a hacer un viaje exprés a Castellón que ha sido una maravilla. Por mi parte intentaré continuar con la rutina de publicar una entrada a la semana, pero si no pues nada, habrá entrada cuando pueda y cuando tenga algo decente que contaros, claro.
¡Nos leemos pronto! 🍭