Como todos los gatos, el mío es de lo más perezoso. Suele dormir con mis padres, aunque cuando ellos se van viene a la habitación que comparto con mi hermana. Parece que cada día se turna para dormir con una de las dos, aunque hoy lo ha hecho conmigo. Primero se tumba en una esquina de la cama, pero a medida que va teniendo frío se va arrapando a mis piernas hasta que se cansa y se mete entre ellas. Como yo no me entero hasta que empiezo a estar cansada siempre de la misma postura, le dejo hacer. Pero luego, cuando me giro y tengo que hacer acrobacias para no molestar al señor, me doy cuenta de que no quepo en mi propia cama. Más tarde, Mixu busca cualquier rincón cerca de mí para dormir intentando darse calor él mismo hasta que, alguna alma caritativa (mis padres, mi hermana o yo si me entero) lo cubre con alguna manta para que no tenga frío.
Cuando me levanto, la mayoría de las veces se queda en mi cama aprovechando el espacio que le dejo, pero si no me sigue por toda la casa hasta que, o bien le abro la puerta del balcón para que tome el sol como el señor malcriado que es, o bien le pongo la silla cerca de la ventana para lo mismo. Le viene según el día. Hoy, por ejemplo, ha querido la silla y, como véis en la foto, se ha tomado su tiempo en acicalarse mientras posaba para la cámara. Después dormita atento a cualquier movimiento o ruido que haya a su alrededor hasta que escucha que me pongo a hacer las camas. Entonces viene a visitarme y a maullarme mientras me pide que le abra la puerta del balcón de mi habitación para cotillear qué hacen los pájaros que hay en el tejado y buscar alguna estrategia para zamparse alguno (nunca lo ha conseguido).
Cuando se cansa de estar en el balcón vuelve a entrar y, a veces, como hoy, se sube en la cama que estoy haciendo y se tumba en medio, impidiéndome proseguir, por lo que tengo que dejarla deshecha hasta que a él le da la gana. Finalmente vuelve al comedor, se sube en cualquiera de los sofás y duerme hasta que vuelve mi madre, a la que le hace fiestas y más fiestas pidiéndole atención.
Como veis, es de lo más malcriado, pero yo lo quiero así y, con la edad que tiene, ya no va a cambiar. Es un señor de la cabeza a las patas. ¡Nos leemos en la próxima!
Cuando se cansa de estar en el balcón vuelve a entrar y, a veces, como hoy, se sube en la cama que estoy haciendo y se tumba en medio, impidiéndome proseguir, por lo que tengo que dejarla deshecha hasta que a él le da la gana. Finalmente vuelve al comedor, se sube en cualquiera de los sofás y duerme hasta que vuelve mi madre, a la que le hace fiestas y más fiestas pidiéndole atención.
Como veis, es de lo más malcriado, pero yo lo quiero así y, con la edad que tiene, ya no va a cambiar. Es un señor de la cabeza a las patas. ¡Nos leemos en la próxima!
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